viernes, 30 de enero de 2009
¿Qué diferencias existen entre los distintos tipos de psicoterapia?
Existen muchos tipos de psicólogos y muchos tipos de psicoterapia de acuerdo al tipo de orientación o corriente que estudió el psicoterapeuta.
Si planeas ir a terapia, es bueno que antes de ir decidas qué es lo que estás buscando. Si ya estás en un proceso, es importante que conozcas qué fundamentos y orientación tiene el proceso que estás viviendo.
A continuación te presento las ramas más importantes:
1. Psicoanálisis y terapia psicoanalíticamente orientada.
El psicoanálisis fue fundado por Sigmund Freud (1856-1939), quien explicaba que gran parte del comportamiento humano estaba determinado por procesos que las personas no pueden explicarse, llamó a esto “inconsciente” y propuso la importancia de descifrar sus significados ocultos. En el psicoanálisis tradicional es característico que el paciente se recueste en el diván y utilice la asociación libre, que significa que el paciente hable sobre todo aquello que le viene a la mente. El tratamiento es a largo plazo y la frecuencia de las sesiones generalmente de tres a cuatro veces por semana. En este tipo de proceso terapéutico, también se le da gran importancia a la interpretación de los sueños y al análisis de los sentimientos que surgen en el paciente como resultado de la relación terapéutica, los cuales a su vez están vinculados con otras relaciones interpersonales del pasado.
La psicoterapia analíticamente orientada aplica los mismos principios, pero paciente y terapeuta se sientan frente a frente, siendo la frecuencia de las sesiones de una a dos veces por semana. La psicoterapia analíticamente orientada es conducida como una entrevista libre, con énfasis en la realidad del paciente y su relación con el terapeuta.
Tanto el psicoanálisis, como la psicoterapia psicoanalíticamente orientada, son procesos terapéuticos recomendables para aquellas personas que desean conocerse profundamente.
2. Terapia Humanista.
Dentro de la terapia humanista, han sido el Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers y la Psicoterapia Gestalt de Fritz Perls las propuestas que más se han difundido.
ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA
Carl Rogers (1902-1987) propone un modelo terapéutico basado en la confianza de que las personas tienen la capacidad de manejar constructivamente su propia vida, sin necesidad de recurrir al análisis de procesos inconscientes, poniendo el énfasis principal en la salud en lugar de en la enfermedad. El terapeuta o consejero asume una actitud de aceptación incondicional, empatía y autenticidad hacia la persona que lo consulta y hacia sus sentimientos, promoviendo así que dicha persona consiga mayor congruencia y responsabilidad en su vida. Para él la creación de una relación interpersonal profunda y comprometida entre cliente y facilitador es esencial para lograr el cambio, confiando que es la persona que acude a él es experta en su vida y el facilitador es el acompañante.
PSICOTERAPIA GESTALT
La Psicoterapia gestalt, fundada por Fritz Perls (1893-1970), señala que es únicamente en el presente, es decir en el “aquí y ahora” donde existe la posibilidad del cambio. Para esta corriente la experiencia que se vive dentro de la sesión es más importante que lo que se habla. El psicoterapeuta propone experiencias para que el cliente tome contacto con sus sensaciones, emociones y pensamientos, conciencia de sí mismo y de su entorno, adquiriendo así la responsabilidad de las acciones que toma. En estas experiencias terapéuticas, se busca también quedar en paz con experiencias pasadas y reconocer los principales bloqueos que han existido, para vivir con mayor plenitud el presente.
3. Terapias breves
Existen diversas escuelas de psicoterapia que procuran conseguir cambios significativos con el menor número posible de sesiones. Dentro de ellas una de las más importantes es la terapia cognitivo-conductual que pone atención en el cambio de pensamientos y conductas a través de mostrarle a las personas la lógica de sus procesos de pensamiento, cómo modificarlos y la relación que existe entre lo que piensan y lo que hacen. El terapeuta ayuda a las personas a desarrollar habilidades y conductas que les permiten tener un control eficiente en sus vidas.
Por otro lado, la terapia sistémica explica cómo los miembros de la familia pueden apoyar en la resolución de los problemas que a simple vista parecerían ser de un solo individuo. El terapeuta no se preocupa por el origen de los problemas psicológicos, sino por buscar alternativas para resolverlos. En la terapia narrativa el terapeuta conversa con el paciente con la finalidad de que éste aprenda a leer entre las líneas de su propia historia, descubriendo recursos que antes no sabía que tenía y construyendo una nueva versión de sí mismo. Dentro de las terapias breves puede mencionarse también las terapias que utilizan la hipnosis, muy útil como apoyo para el cambio de hábitos, manejo de ansiedad y problemas psicosomáticos, entre otros.
En cualquiera de las versiones de terapia breve, es común que el terapeuta asigne “tareas” o actividades para que los pacientes las realicen entre una sesión y otra.
En conclusión…
Hay una gran cantidad de variaciones dentro de cada una de las escuelas, así como otros tipos de terapia que no he mencionado. Por lo tanto, si buscas psicoterapia, quiero sugerirte que durante las primeras sesiones preguntes al terapeuta cuál es su escuela, corriente o teoría. Pídele que te explique los puntos que él o ella consideran más importantes de dicha escuela o teoría. Pregunta también cuántas sesiones trabaja en promedio con sus pacientes. Puede darte información valiosa acerca de qué esperar a lo largo del proceso de psicoterapia.
Una nota final: Psicólogos de todas las escuelas suelen coincidir en que uno de los elementos más importantes para determinar el éxito de una terapia es una buena relación entre el paciente y su terapeuta. Más allá de las teorías, es la persona que consulta quien debe de juzgar si el proceso que sucede dentro del consultorio se refleja en su vida de maneras constructivas y saludables.
Se agradece a las psicólogas Peggy Vivaldo y Maria Isabel de Alba, que colaboraron con sus sugerencias para la elaboración de este artículo.
Referencias:
Cade, B. y O’Hanlon, W.H. (1995). Guía breve de terapia breve. Barcelona: Paidós.
Coderch, J. (2002). Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Herder
Pearls, F. (1975). El Enfoque Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Robine,J.M. (1994). Terapia gestalt. España: Gaia ediciones
Rogers, C. (1964). El proceso de convertirse en persona. México: Paidós
lunes, 26 de enero de 2009
Cómo ganar la batalla a los berrinches.
En las próximas semanas, iré agregando algunos artículos con tema psicológico que pudieran ser de interés general. Para encontar más artículos te recomiendo visitar psicontacto.com
El día de hoy, acerca de los berrinches:
Los berrinches son parte normal del desarrollo de los niños, especialmente entre uno y tres años. Sin embargo es muy importante que los padres de familia sepamos cómo reaccionar para que los berrinches no se salgan de control.
Una de las peores cosas que puedes hacer es enojarte con tu hijo y regañarlo cuando está teniendo un berrinche. Hay que entender que los niños se la están pasando tan mal como uno y que cuando están en medio de un berrinche es como si hubieran perdido el control sobre su cuerpo y sobre sus emociones.
Por otra parte, una estrategia que los niños entienden muy bien es separar al niño del berrinche. En lugar de decirle “No seas tan berrinchudo” comentar “Ten cuidado, que un berrinche te quiere agarrar”. En lugar de “¿Por qué me haces esto?” decir: “Yo sé que es difícil, pero puedes ganarle a los berrinches”. Al separar al berrinche del niño, podemos encontrar mejores estrategias para atacar a los berrinches sin atacar al niño.
A continuación encontrarás algunas de las acciones que suelen alimentar y hacer crecer a los berrinches:
* Discutir con el niño, tratar de convencerlo.
* Devolverle los gritos.
* Recompensar los berrinches. Es decir, darle al niño lo que pide, con tal de que se calle.
* Castigar los berrinches. Hay que tener cuidado con poner consecuencias desagradables a los niños cuando el adulto a cargo está enojado.
* Intentar parar el berrinche.
* Tomárselo personalmente.
Tomando en cuenta que los berrinches son tan difíciles de parar, lo mejor que podemos hacer es aplicar estrategias para evitar que aparezcan:
* Asegurarse de que los niños están bien comidos y bien dormidos
* Conocer qué tipo de situaciones provocan estimulación excesiva.
* Conocer las señales de advertencia y cambiar la situación antes de que empiece un berrinche.
* Elegir tus batallas. Si exiges demasiado tu hijo va a sentirse frustrado.
* Organizar la vida de manera que la frustración se encuentre dentro de ciertos límites.
* Cuando hay que obligarle a hacer algo que no desea o prohibirle algo que desea, buscar hacerlo de la manera más suave posible, explicándole y dándole alternativas. No tiene caso entrar en confrontaciones “para ver quién puede más”.
Una vez que empezó un berrinche, toma en cuenta las siguientes sugerencias:
· Cuidar su seguridad y la de otras personas. Si es necesario sostenerlo de manera gentil y firme. Quizá llevarlo a otro lado.
· Mantenerte cerca. Permanecer tranquilo y esperar con calma a que se le pase. Estar disponible, que el niño sepa que usted estará ahí para consolarlo cuando termine.
· Escuchar, observar y reflejar lo que ves. Decirle por ejemplo: “Veo que tu cara se puso roja y que estás apretando los puños.”
· Pensar: “Por muy desagradable que el berrinche sea para mí, es mucho peor para él o ella”
· Repetir un mantra: Esto también pasará.
· Recordar que el berrinche es una señal de confianza (Los niños siempre hacen sus berrinches más impresionantes con quién más confianza le tienen).
· Ofrecer alternativas para expresar el enojo de manera física: morder mordederas, aventar peluches, gritar en una almohada o dentro de un closet.
· Aprender de la experiencia.
Después de los berrinches:
Hay que aprender de la experiencia y revisar si hay algo que podríamos hacer la próxima vez que estemos en una situación similar. Con niños de tres o más años, es útil hablar para entender qué fue lo que pasó y planear estrategias para la próxima vez.
Si tu hijo es mayor de 3 años, te recomiendo contarle en cuento: “Había una vez un berrinche”:
Había una vez un berrinche buscando en dónde vivir. A los berrinches no les gusta vivir en la calle, porque necesitan estar cerca de la gente para vivir. Así es que el berrinche se puso a buscar una casa. En la primera que vio vivía una viejita y el berrinche pensó: “no, no creo que esta viejita me vaya a dar de comer”. Luego pasó por una casa en donde vivía una pareja sin hijos y pensó: “no, aquí tampoco creo que se viva bien”. Hasta que encontró una casa en donde vivían una niña y un niño con sus papás. Entonces el berrinche se puso muy contento pensando “esta sí es una buena casa para que viva un buen berrinche” y se metió.
Y es que los berrinches se alimentan de gritos, enojos, lágrimas y golpes. Eso es lo que los hace muy felices y los ayuda a crecer. El berrinche se acercó al niño menor y le habló muy bajito al oído, de manera que el niño se confundía porque pensaba que eran sus pensamientos, pero era el berrinche quién le estaba hablando. Y el berrinche le decía cosas así: “Tu quieres justo ese juguete que tiene tu hermana, ningún otro, ese es el más bonito”, otros días le decía: “quieres otro dulce, otro más, otro más” y si mamá le daba tres dulces, el berrinche le decía “pide uno más” porque para los berrinches nada es suficiente. Otras veces, justo a la hora del baño, el berrinche se aparecía y le decía al niño “no te quieres bañar” y es curioso, porque en realidad al niño le encantaba bañarse con agua tibia y jugar en la bañera, pero cuando el berrinche le hablaba, se confundía y empezaba a gritar: “¡No me quiero bañar! ¡No me quiero bañar! ¡No me quiero bañar!” Mientras más lloraba, el berrinche más crecía. Entonces la mamá se enojaba y le gritaba, y el berrinche crecía todavía más. Hay que recordar que los berrinches se alimentan de gritos, enojos, lágrimas y golpes. Un día el niño le pegó a su mamá y la mamá le regresó una nalgada. El berrinche estaba feliz y grandote, cada vez era más poderoso. Y los miembros de la familia eran cada día más infelices.
De vez en cuando el berrinche hasta se subía al coche y se iba a la escuela con los niños, pero la verdad es que prefería quedarse en casa y aprovecharse de los momentos en que los miembros de la familia estaban más cansados.
Hasta que un día papá y mamá hicieron una reunión familiar. Hablaron con sus hijos: “Esto no puede seguir. Descubrimos que un berrinche está viviendo en esta casa” “¿Un berrinche?” Preguntaron los niños. “Así es” dijo papá. Así es que todos se pusieron a hacer un plan acerca de cómo le iban a hacer para dejar de alimentar al berrinche. El hijo menor se propuso dejar de escuchar cuando el berrinche le hablaba, o hacer como que no lo oía. La hermana dijo que iban a estar muy al pendiente y si se daban cuenta que de por ahí andaba rondando un berrinche le iba a avisar a su hermanito: “Cuidado hermanito, por ahí anda el berrinche”. Mamá dijo que iba a tratar de que los niños comieran y durmieran a sus horas, porque se había dado cuenta de que cuando estaban más cansados o con hambre era cuando el berrinche más se aprovechaba para entrar. Y papá dijo que iba a hacer todo lo posible por no enojarse ni gritar tanto.
Y así lo hicieron. Cada una cumplió su parte y como ya casi no le daban nada de comer, el berrinche se fue haciendo pequeñito, pequeñito, pequeñito, hasta que un buen día decidió: “Este ya no es un buen lugar para vivir. Nadie me da de comer. Mejor me voy a buscar otra casa.” Y cuando papá cocinaba, mamá leía y los niños dibujaban, de repente oyeron todos que una puerta que se azotaba. Y es que el berrinche se había salido muy enojado y había cerrado la puerta muy fuerte. Ese berrinche nunca volvió a molestarlos. Pero los miembros de la familia tampoco se confiaron porque ellos sabían que siembre hay berrinches rondando buscando casas en donde vivir, así es que a partir de ese día estuvieron muy atentos y cuando algún berrinche se les volvía a meter a su casa, usaban su estrategia anti-berrinches para que se quedaran pequeños y se fueran lo antes posible.
Tú puedes hacer adaptaciones en el cuento, para que se parezca más a tu propia situación. Por ejemplo, puedes agregar: La mamá y el niño se dieron cuenta de que el berrinche era contagioso, porque cuando lo agarraba a él, luego también se alimentaba con los enojos de ella. Así es que decidieron que cuando vieran que el berrinche había agarrado al niño, él se iba a ir a su cuarto hasta que se le pasara, para no contagiar a nadie. El personaje principal puede ser niño o niña, el grande, mediano o pequeño, etcétera. Lo importante es que al final la historia termina bien y el niño o la niña son héroes o heroínas, que vencen a los berrinches, con ayuda de su familia.
Lecturas recomendadas:
Adele Faber y Elaine Mazlish. Cómo hablar para que los hijos escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Ed. Diana.
Penelope Leach. Bebé y niño. Ed. Grijalbo.
Chick Moorman. Cómo hablarle a los hijos. Ed. Programación Mental Positiva
John K. Rosemond. ¡Porque lo mando yo! Ed. Libra.
Vidal Schmill. Disciplina Inteligente.
Stanley Turecki y Leslie Tonner. El niño difícil. Ed. Norma.
martes, 13 de enero de 2009
Sentirse bien: se puede aprender a ser feliz.
Es usual que las personas pensemos que vamos a sentirnos felices cuando logremos esas cosas que hemos estado deseando:
Finalmente tener casa propia, lograr un ascenso en nuestro trabajo, reconocimiento de otras personas, que nuestro equipo favorito gane un campeonato, o la boda con la pareja de nuestros sueños, entre otras.
Los psicólogos han estudiado el tema de qué es lo que hace felices a las personas, y lo llaman “percepción subjetiva de bienestar”, es decir la opinión que tienen las personas acerca que qué tan satisfechas se sienten con su vida.
LAS COSAS QUE NO NOS VAN A DAR FELICIDAD:
LOGROS LARGAMENTE ANTICIPADOS pueden darnos placer durante un breve tiempo, pero no tienen un efecto duradero. Los eventos extraordinarios como por ejemplo comprar el auto que deseamos o graduarnos en la universidad dejan de tener efecto una vez que uno se ha acostumbrado.
LA INTELIGENCIA RACIONAL tampoco es un factor que nos haga más felices. Muchas personas con alta inteligencia tienen una actitud pesimista ante la vida.
CÓMO SER FELIZ:
La felicidad o percepción subjetiva de bienestar no tiene tanto que ver con los eventos fuera de nuestro control, sino con aquello a lo que le prestamos atención y la actitud que asumimos al respecto. Tomar las cosas con sentido del humor, por ejemplo, va de la mano con tener una actitud de mayor esperanza o confianza en el futuro. En los estudios se ha encontrado que bailar, pasar tiempo con amigos y hacer trabajo voluntario son las actividades que en general proporcionan más placer.
Para aprender a ser feliz, hay dos habilidades que cultivar:
1. MONITOREA TU ESTADO DE ÁNIMO. Poner atención en nuestras emociones nos permite detectar cuáles son esas cosas que nos dan placer o cuándo está declinando nuestro estado de ánimo. Y esto nos da más elementos para tomar mejores decisiones respecto a cómo invertir nuestro tiempo y dinero en aquello que realmente nos da placer. Identificar y nombrar nuestras emociones pudiera parecer sencillo, sin embargo es usual que las personas pongan mucha más atención a las circunstancias o eventos externos que a aquello que están sintiendo. Por ejemplo, una persona puede decirse: “Mi problema es que me quedé sin trabajo”, sin darse cuenta de que lo que realmente le provoca malestar es la sensación de haber sido injustamente tratado, o por el contrario, el miedo a no tener las suficientes cualidades para conseguir un trabajo del mismo nivel. Si la persona identifica exactamente qué es lo que le provoca malestar de haberse quedado sin trabajo, estará en mejores condiciones para tomar las acciones más apropiadas (Por ejemplo ponerse en contacto con personas que conocen bien la calidad de su trabajo o asistir a cursos de actualización). Tomar conciencia acerca de lo que estamos sintiendo en cada momento se considera la piedra angular de la inteligencia emocional, ya que es la base que facilita la comunicación con otras personas y nos pone en mejores condiciones para tomar buenas decisiones.
2. MONITOREA TUS PENSAMIENTOS. Por lo general no estamos acostumbrados a poner nuestros pensamientos en tela de juicio: pensamos lo que pensamos y opinamos que tenemos la razón. Sin embargo, un profesional entrenado puede ayudarnos a identificar distorsiones en nuestro pensamiento: quizá minimizamos nuestros triunfos y maximizamos nuestros errores, miramos al mundo como si todo fuera blanco o negro (bueno o malo), sacamos conclusiones apresuradas o nos encadenamos con ideas acerca de cómo “deberían” o “no-deberían” ser las cosas.
Si bien existen en el mercado una gran cantidad de libros de autoayuda que pueden ser útiles para desarrollar estas dos habilidades, la mejor manera de aprenderlas es asistiendo a terapia con un psicoterapeuta calificado. El trabajo del psicólogo de ninguna manera es resolver nuestros problemas, sino ayudarnos a desarrollar habilidades que mejorarán nuestra vida. Independientemente de su orientación o marco teórico, la mayoría de las terapias psicológicas nos facilitarán entrar en contacto con nuestras emociones y poner en duda nuestros pensamientos, lo cual tendrá como resultado un mejor manejo emocional, mejores relaciones con otras personas, mejores decisiones y por lo tanto un mayor bienestar en nuestra vida diaria o felicidad.
Referencias:
Burns, D. D. (1980). Sentirse Bien. México: Paidós.
Flora, C. (2005). Happy Hour. Psychology Today. (Sept): 40-50, 95.
Goleman, D. (1994). Emotional Intelligence. New York, EUA: Bantam Books.
McGowan, K. (2005). The Pleasure Paradox. Psychology Today. (Sept): 52-53.
Finalmente tener casa propia, lograr un ascenso en nuestro trabajo, reconocimiento de otras personas, que nuestro equipo favorito gane un campeonato, o la boda con la pareja de nuestros sueños, entre otras.
Los psicólogos han estudiado el tema de qué es lo que hace felices a las personas, y lo llaman “percepción subjetiva de bienestar”, es decir la opinión que tienen las personas acerca que qué tan satisfechas se sienten con su vida.
LAS COSAS QUE NO NOS VAN A DAR FELICIDAD:
LOGROS LARGAMENTE ANTICIPADOS pueden darnos placer durante un breve tiempo, pero no tienen un efecto duradero. Los eventos extraordinarios como por ejemplo comprar el auto que deseamos o graduarnos en la universidad dejan de tener efecto una vez que uno se ha acostumbrado.
LA INTELIGENCIA RACIONAL tampoco es un factor que nos haga más felices. Muchas personas con alta inteligencia tienen una actitud pesimista ante la vida.
CÓMO SER FELIZ:
La felicidad o percepción subjetiva de bienestar no tiene tanto que ver con los eventos fuera de nuestro control, sino con aquello a lo que le prestamos atención y la actitud que asumimos al respecto. Tomar las cosas con sentido del humor, por ejemplo, va de la mano con tener una actitud de mayor esperanza o confianza en el futuro. En los estudios se ha encontrado que bailar, pasar tiempo con amigos y hacer trabajo voluntario son las actividades que en general proporcionan más placer.
Para aprender a ser feliz, hay dos habilidades que cultivar:
1. MONITOREA TU ESTADO DE ÁNIMO. Poner atención en nuestras emociones nos permite detectar cuáles son esas cosas que nos dan placer o cuándo está declinando nuestro estado de ánimo. Y esto nos da más elementos para tomar mejores decisiones respecto a cómo invertir nuestro tiempo y dinero en aquello que realmente nos da placer. Identificar y nombrar nuestras emociones pudiera parecer sencillo, sin embargo es usual que las personas pongan mucha más atención a las circunstancias o eventos externos que a aquello que están sintiendo. Por ejemplo, una persona puede decirse: “Mi problema es que me quedé sin trabajo”, sin darse cuenta de que lo que realmente le provoca malestar es la sensación de haber sido injustamente tratado, o por el contrario, el miedo a no tener las suficientes cualidades para conseguir un trabajo del mismo nivel. Si la persona identifica exactamente qué es lo que le provoca malestar de haberse quedado sin trabajo, estará en mejores condiciones para tomar las acciones más apropiadas (Por ejemplo ponerse en contacto con personas que conocen bien la calidad de su trabajo o asistir a cursos de actualización). Tomar conciencia acerca de lo que estamos sintiendo en cada momento se considera la piedra angular de la inteligencia emocional, ya que es la base que facilita la comunicación con otras personas y nos pone en mejores condiciones para tomar buenas decisiones.
2. MONITOREA TUS PENSAMIENTOS. Por lo general no estamos acostumbrados a poner nuestros pensamientos en tela de juicio: pensamos lo que pensamos y opinamos que tenemos la razón. Sin embargo, un profesional entrenado puede ayudarnos a identificar distorsiones en nuestro pensamiento: quizá minimizamos nuestros triunfos y maximizamos nuestros errores, miramos al mundo como si todo fuera blanco o negro (bueno o malo), sacamos conclusiones apresuradas o nos encadenamos con ideas acerca de cómo “deberían” o “no-deberían” ser las cosas.
Si bien existen en el mercado una gran cantidad de libros de autoayuda que pueden ser útiles para desarrollar estas dos habilidades, la mejor manera de aprenderlas es asistiendo a terapia con un psicoterapeuta calificado. El trabajo del psicólogo de ninguna manera es resolver nuestros problemas, sino ayudarnos a desarrollar habilidades que mejorarán nuestra vida. Independientemente de su orientación o marco teórico, la mayoría de las terapias psicológicas nos facilitarán entrar en contacto con nuestras emociones y poner en duda nuestros pensamientos, lo cual tendrá como resultado un mejor manejo emocional, mejores relaciones con otras personas, mejores decisiones y por lo tanto un mayor bienestar en nuestra vida diaria o felicidad.
Referencias:
Burns, D. D. (1980). Sentirse Bien. México: Paidós.
Flora, C. (2005). Happy Hour. Psychology Today. (Sept): 40-50, 95.
Goleman, D. (1994). Emotional Intelligence. New York, EUA: Bantam Books.
McGowan, K. (2005). The Pleasure Paradox. Psychology Today. (Sept): 52-53.
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